CURSO DE TÉCNICO EN EVALUACIÓN DE IMPACTO AMBIENTALMODULO 1: Conceptos generales y evaluación de impacto ambiental. |
LOS TÉRMINOS DE REFERENCIA |
EVALUACIÓN DEL AMBIENTE |
CONCEPTO DE IMPACTO AMBIENTAL |
CONCEPTO DE AMBIENTE |
CONCEPTO ECOSISTEMA |
LOS TÉRMINOS DE REFERENCIA
Una de las cosas que hay que tener claras antes de empezar un curso de este tipo son los términos de referencia. Palabras como ecología, ambiente, medioambiente, impacto, evaluación, factor ambiental,... se utilizan indiscriminadamente por todos los medios de comunicación y en diferentes contextos, lo que conlleva una pérdida de su significado práctico. Muchas veces todos estos términos se utilizan de forma rutinaria o instintiva, sin tener en cuenta la carga conceptual que implican y que muchos de ellos descansan sobre sistemas teóricos precisos y formas concretas de conceptualizar el mundo. La amplitud de la temática ambiental y el gran número de disciplinas involucradas en ella, hace que sea necesario un repaso de qué es lo que se quiere decir cuando se nombra un concepto. Además, muchos de estos conceptos llevan implícitos, no sólo significados científicos más o menos definidos, sino también cargas emocionales, en algunos casos muy fuertes. Todo esto conduce a que sea usual que las discusiones en materia de medio ambiente sean muy acaloradas, pero improductivas, debido a que cada uno de los interlocutores utiliza, en realidad, un lenguaje distinto. La expresión Evaluación de Impacto Ambiental está compuesta por tres términos conflictivos, cada uno de ellos con diferentes acepciones posibles, pero que utilizados conjuntamente tienen un significado muy determinado, aunque en muchas ocasiones sean utilizados por gente que simplemente no conoce su sentido. Por esta razón vamos a empezar este curso aclarando el significado de éstos conceptos.
|
EVALUACIÓN DEL AMBIENTEEl término evaluación, como el término valoración tienen una carga connotativa economicista. Es importante tener esto en cuenta para entender lo que estaban pensando los que hicieron las legislaciones de Evaluación de Impacto Ambiental. Lo que se pretende es determinar el “valor” de los elementos ambientales, para poder compararlo con otras consideraciones sociales y económicas, a la hora de tomar decisiones políticas y de gestión. En este contexto se puede establecer la relación con los análisis coste-beneficio para determinar la conveniencia económica de una obra o proyecto. Se trata de incluir en este análisis el valor de los elementos ambientales afectados. Cualquier valoración que realicemos en estos términos tiene que tener una componente científica y otra social. Es absurdo intentar realizar una valoración totalmente objetiva y neutra, por lo que la única forma de que los estudios de impacto ambiental tengan credibilidad es que los juicios de valor contenidos en los mismos se expliquen claramente y no se escondan bajo una falsa objetividad científica. Una vez fijados y explicados los criterios valorativos, puede aspirarse a la objetividad en el tratamiento de los datos. En este campo son muy importantes las ciencias humanas, que son las que tienen que analizar los aspectos sociales para poder fijar qué aspectos del medio pueden considerarse relevantes y a que escala. El objetivo a cumplir es que los principios valorativos (subjetivos) no sean arbitrarios, sino que cuenten con el máximo posible de consenso social. Las elecciones subjetivas realizadas a lo largo del estudio de impacto ambiental deben de basarse en normas generalmente admitidas y defendibles públicamente. Para esto es muy importante tener presente algunos principios que sirven de referencia social en materia de política ambiental:
Para determinar el valor de los elementos ambientales afectados se tiene que tener en cuenta si el elemento ambiental está reconocido como importante, tanto legalmente (parques o especies protegidas), como políticamente (recursos, historia) o científicamente (su escasez o características propias). Para determinar el grado de afección se tiene en cuenta la magnitud, o cambio en la variable ambiental, la posibilidad de recuperación y el tiempo necesario para ello, la extensión espacial de la zona afectada y la posibilidad de sustitución del elemento afectado (si su función puede ser desempeñada por otro elemento). Es importante que los criterios seguidos sean explícitos y fáciles de comprender, ya que las evaluaciones tienen que poder ser entendidas por cualquier agente interesado y no sólo por una elite científica o política. Además se deben seguir criterios lo más unánimemente aceptados posible por toda la sociedad. La incertidumbre en la valoración puede venir definida por una probabilidad, por ejemplo, por el riesgo de accidentes, o bien, como ocurre en el peor de los casos, se debe al desconocimiento: de la presencia o estatus de un elemento ambiental, de las acciones concretas del proyecto, de los efectos reales de la acción sobre el elemento ambiental o por falta de unanimidad sobre los criterios valorativos que deben seguirse. Para resolver la incertidumbre se recurre a los principios de Cautela y Responsabilidad, es decir, que la responsabilidad de demostrar que no se van a producir impactos significativos debe recaer en el beneficiario de la actividad propuesta. Otro problema que debería considerarse es cuando ni siquiera se puede prever el tipo de efecto que se va a producir, como ocurrió en su momento con el DDT. Cuando se inventó se comprobó que no era tóxico para hombres o animales, pero a nadie se le ocurrió que debido a su persistencia se acumulaba en la cadena trófica y se concentraba en los niveles superiores de la misma, incluido el ser humano. Ahora está prohibido en la mayor parte de los estados, pero todos los mamíferos y aves seguiremos teniendo DDT en la grasa y en la leche durante mucho tiempo. Esta ignorancia hace imposible cualquier pronóstico, pero es importante reconocer que las sorpresas son posibles y realizar una vigilancia continua para poder aprender de nuestros errores. |
CONCEPTO DE IMPACTO AMBIENTALSe puede definir el impacto ambiental como cualquier efecto ambiental, es decir, como un cambio en los valores de una variable ambiental producido por una acción determinada. Como variable ambiental se puede utilizar cualquier variable que describa algún elemento del ambiente, por ejemplo DBO (demanda biológica de oxígeno) en el agua, concentración de alguna sustancia en el aire, densidad de población de alguna especie,.... En principio nada impide definirlo de esta manera, aunque sería una definición totalmente inoperante desde el punto de vista de una evaluación de impacto ambiental. Para que el término de impacto ambiental pueda sernos útil en una evaluación de impacto ambiental necesita que se cumplan tres condiciones:
Lógicamente, si se produce un efecto ambiental, pero no es debido a la acción que estamos evaluando, ni siquiera de forma secundaria, no podemos considerarla un impacto de nuestra acción. Los cambios ambientales pueden deberse a causas naturales, los ecosistemas son cambiantes, tanto en el tiempo como en el espacio, por lo que será necesario comprobar la causa del efecto. Toda actividad, humana o no, siempre produce algún tipo de efecto ambiental, pero este efecto no se puede considerar un impacto sin realizar una valoración de este efecto desde el punto de vista de la calidad ambiental. Si el cambio ambiental no afecta a la calidad del ambiente no se considera un impacto. De acuerdo con esto el impacto ambiental sería la medida del cambio de calidad ambiental producido por una acción humana. Desde este punto de vista el concepto de impacto ambiental debe tener dos componentes:
Es importante al realizar la valoración del impacto, determinar cual es la escala que se considera relevante para este impacto. Puede ocurrir que un impacto se considere muy significativo a una escala concreta y a otra escala no tenga tanta importancia. Por ejemplo, una central térmica que produce lluvia ácida a nivel regional, puede no afectar a la contaminación del aire de la localidad donde se encuentra, ya que tiene una chimenea suficientemente alta. O si se elimina el árbol milenario de la plaza de un pueblo puede no suponer un impacto significativo a nivel global o regional, aunque los vecinos del pueblo pueden ver disminuida su calidad ambiental de forma apreciable. Demostración del impacto: el problema de la causalidad Demostrar que un efecto ambiental se produce puede ser relativamente complicado. Es necesario conocer la dinámica natural del ecosistema para poder predecir su dinamismo natural y a partir de ahí, medir la diferencia entre los valores observados y los esperados. Para que esta diferencia tenga algún significado es necesario realizar un análisis estadístico que nos permita comprobar el error de nuestras mediciones. En estos análisis se suele considerar como significativo si la probabilidad de que las diferencias sean debidas al azar es menor de 5% (0,05). En muchos casos y según la importancia del impacto puede ser necesario disminuir el margen de error. Otro problema de la estadística es que suele tenerse más en cuenta el error de tipo I (probabilidad de aceptar como cierto un efecto que no se produce) que el error de tipo II (probabilidad de rechazar que se produce un efecto cuando en realidad se produce). En los estudios de impacto sería aconsejable poner más énfasis en el error de tipo II, ya que normalmente es más peligroso no detectar un impacto que sí se produce, que detectar un impacto que no se produce. Otro problema grave con el que se enfrenta la determinación de los impactos es la asignación de la causalidad. Este es un problema filosófico sin resolver al que es importante volverse a enfrentar. No basta con correlacionar dos fenómenos para decidir que uno es la causa del otro o viceversa y tampoco sirve de nada realizar una descripción de efectos ambientales sin asignarlos a sus causantes. Lo único que podemos hacer es, aparte de demostrar la correlación, comprobar si se cumplen algunos de los criterios de causalidad. Estos criterios se crearon en epidemiología para identificar los agentes causantes de enfermedades. Los criterios son:
En muchas ocasiones debido a la gran cantidad de parámetros afectados y a la interrelación entre todos los elementos del ambiente, es muy difícil, o incluso imposible, determinar las causas de algunos efectos. Otra cuestión que hay que tener en cuenta es que algunos efectos no son seguros, sino que tienen una cierta probabilidad de ocurrir. Esto incluye la magnitud de riesgo, definido como la probabilidad de que el cambio efectivamente ocurra. A las probabilidades bajas se les suele considerar accidentes. |
EL CONCEPTO DE AMBIENTEProbablemente sea éste uno de los conceptos más controvertidos y de más difícil consenso. Todo el mundo tiene en su cabeza un “concepto de ambiente”. El problema viene cuando esta idea que cada uno tiene no coincide con la idea de su interlocutor. El ambiente es algo que nos preocupa a todos y de lo que todo el mundo habla y opina, sea un profesional del mismo, un científico, un ecologista o cualquier persona interesada. Según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, medio ambiente es el “conjunto de circunstancias físicas que rodean a los seres vivos” o bien, por extensión, desde un punto de vista antropocéntrico el “conjunto de circunstancias físicas, culturales, económicas, sociales, etc. que rodean a las personas”. Por otra parte, circunstancia se define como “conjunto de lo que está en torno a uno; el mundo en cuanto a mundo de alguien”. Desde este punto de vista, el medio ambiente no tiene un significado único, sino que está condicionado al punto de referencia que se tome. El ambiente a secas no existe, tiene que ser siempre el ambiente de algo. El único punto de referencia válido en una evaluación de impacto ambiental es la especie humana. El ambiente podría referirse tanto al ambiente de una bacteria, una cucaracha o cualquier otro organismo, al ambiente de una fiesta o a cualquier otra de sus múltiples acepciones, pero la única forma de ejercer una valoración del ambiente es desde un punto de vista humano. Así, el ambiente más adecuado para la vida de un oso pardo no tiene porque ser el mismo que para una cucaracha o la bacteria del cólera y por supuesto, no tiene porque ser el ambiente más adecuado para la vida humana. Para realizar una valoración de cualquier tipo sobre el ambiente, es condición previa que este ambiente se fije con un punto de referencia, y este punto de referencia sólo puede ser la especie humana. Esto no significa que el resto de los organismos no formen parte del ambiente, sino al contrario, todo el resto de los seres vivos del planeta forman parte del ambiente del ser humano. El ser humano tiene una serie de necesidades para vivir, que van desde las necesidades básicas: aire, agua y alimentos; a otras necesidades, como el espacio, las relaciones sociales, el movimiento, la energía, entretenimiento, información, paisaje,... Un ambiente que no sea capaz de solucionar las necesidades del ser humano no es un buen ambiente. Así, el ambiente de Marte o un ambiente sin agua, o sin oxígeno, no sería un ambiente adecuado para la vida humana. Mucha gente tiende a ligar “lo ambiental” como algo alejado de ellos mismos y ligado a los paisajes naturales y a la flora y la fauna salvaje. Algo que puede ser considerado como un lujo si se tienen en cuenta los problemas considerados esenciales: el progreso económico, el hambre, la salud de las personas, etc. Esto no es más que una visión simplista de un problema mucho mayor. Evaluar el ambiente significa determinar en primer lugar si nos encontramos en un entorno en el que el ser humano pueda vivir, donde se satisfagan sus necesidades básicas (sin las cuales las demás no son tan importantes), pero donde, además, pueda vivir de una forma digna. El antropocentrismo hay que enmarcarlo en estas consideraciones. Desde este punto de vista, la flora y la fauna salvaje tendrá la importancia que tenga para el ser humano, desde el punto de vista del mantenimiento de un ecosistema útil desde cualquier punto de vista (económico, científico, lúdico,...). Estos ecosistemas son necesarios para poder asegurar la supervivencia de la propia especie humana. Así, si al arrasar la vegetación natural de una cuenca conlleva que en las próximas lluvias fuertes ocurran inundaciones catastróficas en su parte baja, con pérdidas económicas y de vidas humanas valorables muy por encima de los beneficios que se obtuvieron por eliminar esa vegetación, se considera que esa acción ha tenido consecuencias desastrosas que podían haberse previsto. Los daños serían ecológicos (pérdida de la capacidad reguladora del agua de la cuenca, y pérdida de ecosistemas posiblemente útiles), económicos y sociales. El hecho de que sólo el ser humano sea capaz de planificar sus acciones, valorarlas y decidir si son buenas o malas implica que cualquier valoración que se haga sea siempre antropocéntrica, puesto que sólo el ser humano, con su criterio, puede hacerla. La vida humana en el planeta depende del ambiente y éste es un sistema de relaciones donde es imposible alterar alguna cosa sin alterar a otras, en muchos casos puede que más importantes. Las visiones a corto plazo y con estrechez de miras suelen acarrear perjuicios importantes sobre otros valores tanto o más importantes para el ser humano. Mucha gente relaciona el ambiente con algo estático, con cosas o seres vivos, sin tener en cuenta las relaciones dinámicas entre ellas. Sin embargo, lo que realmente significa el término son relaciones. Esta visión estática de la naturaleza, que también se observa en algunos estudios de impacto ambiental, es un error muy extendido y que tiene graves repercusiones, ya que conduce a antropocentrismos reduccionistas o a falsos ecologismos igualmente reduccionistas. Cualquier estudio ambiental debe de ser ante todo un análisis de las relaciones de los elementos del ambiente entre sí y de éstos con las personas. |
EL CONCEPTO DE ECOSISTEMAEl concepto de ambiente tiene la dificultad de no ser operativo, es decir, depende del punto de referencia y por tanto, al estudiarlo es imposible abarcarlo. Para subsanar este problema recurriremos a un modelo simplificado del mismo. El concepto de ecosistema. El concepto de ecosistema proviene de la teoría de sistemas y es un modelo de las relaciones que se producen entre los distintos elementos del ambiente. Para Odum (1977) el principio ecosistémico implica que las partes son inseparables, desde un punto de vista funcional del todo, por lo que es una forma de conceptualizar el ambiente. Considerar el ambiente como un sistema implica asumir que en él la estructura determina la función y la función determina la estructura, es decir, estructura y función son inseparables.
La estructura de un ecosistema es la parte visible del mismo, la que podemos observar y medir. Dentro de la estructura del ecosistema tenemos todas las especies que lo componen, incluido el ser humano y el medio físico o parte inerte. Todos estos elementos del ecosistema no se disponen al azar sino en relación a su función. Así, se puede observar que los organismos se organizan en cadenas o redes tróficas, en las que se distinguen distintas funciones: productores, consumidores, detritivoros,... Igualmente se puede considerar su papel en el ciclo del agua, de nutrientes, o según su taxonomía. La diversidad de un ecosistema es una medida, por tanto, de la cantidad de relaciones que pueden producirse y se producen dentro del mismo. Es una estimación del ancho de banda de la información que fluye a través del mismo. siempre que se observa la estructura del ecosistema es para describir los procesos que tienen lugar en su interior (función).
Entre los distintos elementos del ecosistema se producen relaciones en las cuales se intercambia materia, energía o información. Los intercambios de materia y energía se producen a través de las cadenas tróficas y de los ciclos de nutrientes y materiales. Cualquier ecosistema se puede describir como un ciclo de materia movido por un flujo de energía. El mantenimiento de estos ciclos de materia es de vital importancia para la supervivencia del ser humano a largo plazo. De los ecosistemas depende la producción de oxígeno, de nutrientes accesibles a nosotros, la eliminación de sustancias tóxicas, la regulación del ciclo del agua, etc. Si los ciclos no se mantuvieran cambiaría la composición de los suelos, del agua e incluso de los océanos, convirtiéndose en hostiles para la vida humana. Los flujos de materia y energía y su importancia son de sobra conocidos, pero en muchos casos se pasan por alto los flujos de información, que pueden ser tan importantes como los anteriores. Cada especie es un cúmulo de información acumulada durante millones de años de evolución y todas las adaptaciones que le han permitido sobrevivir hasta la actualidad forman parte de la información del ecosistema. Los ecosistemas tienen también una historia de perturbaciones que puede leerse a través de su composición, diversidad o incluso su función. Muchas de las relaciones entre individuos, tanto de la misma especie como de especies distintas se basan en el intercambio de información. La selección de la comida adecuada de cada especie pasa por un reconocimiento olfativo o visual que es necesario para no comer algo inadecuado. Lo mismo para no ser devorado por otra especie. Incluso el paisaje que nosotros observamos es parte de esa información y podemos considerarlo bello, o no, según la información que recibimos. En muchas ocasiones nos encontramos con elementos o incluso ecosistemas “heredados” de situaciones anteriores que no volverán a repetirse, por lo que pueden considerarse reliquias insustituibles. Así, formaciones vegetales que se formaron cuando el clima era distinto al actual no volverán a producirse. Del mismo modo situaciones históricas como una acequia romana pueden producir elementos ambientales (como una comunidad vegetal adaptada a este riego) que no volverán a producirse si se destruyen. En muchas ocasiones estos sistemas desempeñan funciones diferentes a las originales, aunque no menos importantes (refugio de fauna, ...). En los ecosistemas mediterráneos, podemos afirmar que todo lo que tenemos en la actualidad son elementos heredados, fruto de una larga historia. Reconocer esto es importante para poder valorar las repercusiones de nuestras acciones sobre los mismos.
|